lunes, 13 de septiembre de 2021

WALL STREET HA GANADO LA GUERRA DE AFGANISTÁN PERDIDA POR EEUU

Los EEUU gastaron más de 2,2 billones (trillion) de dólares en la guerra de Afganistán y la mayor parte de esa cuantía regresó a los propios bolsillos estadounidenses por la vía de las empresas privadas contratistas, cuyas acciones cotizan en Wall Street. De modo que si Vd. invirtió 10,000 dólares en acciones de los cinco principales contratistas de defensa de Estados Unidos en 2021, el día en que comenzó la guerra en Afganistán; y reinvirtió fielmente todos los dividendos, ahora su cartera valdría casi 100.000 dólares.

El escritor estadounidense de origen libanés, Nassim Nicholas Taleb, autor de Black Swan, recientemente describía esa guerra de Afganistán  como "en gran parte una transferencia de riqueza de los contribuyentes estadounidenses a los contratistas militares", según recordaba Newsweek el 11/9/2021. Y el comentario se sumaba a los de otros observadores que se han concentrado en el papel de los contratistas militares. Saqib Qureshi, profesor visitante de la London School of Economics, escribió un reciente artículo de opinión en Newsweek titulado "Los talibanes no ganaron en Afganistán, sino los contratistas de defensa". Y en Twitter, muchos respondieron a la publicación de Taleb señalando que el fundador de Wikileaks, Julian Assange, afirmó hace años que el objetivo en Afganistán "es tener una guerra sin fin, no una guerra exitosa", con el fin establecer “un centro de lavado de dinero sucio para las bases impositivas tanto de Estados Unidos como de Europa y para canalizar este lucro inmundo a lo que llamó la “élite de seguridad transnacional”.

 

Los costes de la guerra y los suministros de EEUU a Afganistán.


Según las agencias gubernamentales estadounidenses directamente involucradas en la guerra de Afganistán, incluido el Departamento de Defensa de los Estados Unidos, el Departamento de Estado, USAID/ La Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional y entidades similares, se han gastado aproximadamente  887.000 millones de dólares en el país; sin embargo, con los gastos indirectos agregados, se estima que el costo total de la guerra en Afganistán será de más de 2.26 billones de dólares.  (Afghanistan war made US militarycontractors wealthy).  Sin embargo, otras informaciones elevan la cifra hasta acercarse a los 3 billones (trillion) de dólares, dependiendo de los elementos incluidos y el periodo de cómputo considerado.        

Lo cierto es que las tropas estadounidenses derribaron un gobierno de talibanes apenas armado en 2001; y en 2021 han dejado en el poder un gobierno de talibanes con un ejército pertrechado de armamento moderno suministrado por los EEUU. Con la retirada de las tropas extranjeras, los talibanes se han apoderado de las armas estadounidenses que quedaron abandonadas en Afganistán por valor de miles de millones, posiblemente incluidos 600.000 rifles de asalto, unos 2.000 vehículos blindados y 40 aviones de combate, incluidos los helicópteros de combate Black Hawks, según los informes oficiales recogidos por la prensa estadounidense

Entre 2002 y 2017 Estados Unidos entregó al ejército afgano unos 28000 millones de dólares en armamento, incluidos siete helicópteros nuevos entregados a Kabul en julio 2021. Estos últimos  suministros de guerra incluyen también al menos 600.000 armas de infantería, incluidos rifles de asalto M16, así como 162.000 piezas de equipo de comunicación y 16.000 gafas de visión nocturna.

En solo dos años, de 2017 a 2019, EEUU entregó 7.035 ametralladoras, 4.702 vehículos multipropósito 4x4 Humvees, 20.040 granadas de mano, 2.520 bombas y 1.394 lanzagranadas, citando un informe de 2020 de la Inspección  General Especial para la Reconstrucción de Afganistán (SIGAR).

Durante los veinte años, los suministros de producción estadounidense para la guerra y “reconstrucción” de Afganistán incluyeron no solo armamento, uniformes y pertrechos para el supuesto nuevo ejército afgano sino elementos de logística, materiales  e instalaciones para la construcción de bases militares. Todas esas operaciones tenían lugar con la autorizada e imprescindible colaboración de las empresas privadas contratadas, especializadas en los suministros para el Departamento de Defensa. 

Una guerra privatizada con subcontratas

En estos últimos años, ya había ido creciendo cada vez más el debate sobre la privatización de la guerra en Afganistán; e incluso los congresistas demócratas se comprometieron a poner fin a las llamadas "guerras para siempre". En 2016, uno de cada cuatro empleados estadounidenses en Irak y Afganistán era un contratista privado. Esto significaba que la guerra ya estaba siendo subcontratada, pero los académicos, los medios de comunicación y el público en general no sabían casi nada al respecto. Debido a que los contratistas operan en las sombras, sin una supervisión pública efectiva, permiten que los legisladores disfruten de su ignorancia sobre la realidad de las operaciones militares subcontratadas. Asimismo, la simple verdad es que desde los comienzos el público  dispuso de pocos datos fiables sobre este sector. Lo cierto es ni en los medios de información ni en las Universidades se plantearon las preguntas más básicas sobre si el empleo de contratistas privados funcionaba mejor que el personal militar o las fuerzas locales, o si realmente funcionaban. 

Citemos, no obstante, que un  grupo de sociólogos investigaron la privatización de la seguridad y sus implicaciones en Afganistán, cuyo resultado fue publicado en la revista trimestral Armed Forces and Society, de la Universidad de Texas (6/12/2019), revelando por primera vez algunos de los aspectos de esta fuerza laboral y empresarial en gran parte invisible.

Según nos cuentan, un gran obstáculo para esta investigación fueron las lagunas en los datos. En primer lugar, les resultó difícil obtener datos sobre contratistas militares privados, principalmente debido a los secretos comerciales patentados. Porque, a pesar de que esas empresas actúan como representantes del Estado,  legalmente no están obligadas a compartir información con el público sobre sus actuaciones, organización o su fuerza laboral.

De modo que la información publicada ha sido muy limitada. No hay una relación detallada de las prácticas, la fuerza laboral, las malas conductas o los contratos de la industria militar privada. Siete años después de iniciada la guerra en Afganistán, en 2008, el Congreso creó una nueva agencia estatal, la Oficina del Inspector General Especial para la Reconstrucción de Afganistán (SIGAR) con sede en Virginia y oficina en Kabul, con la finalidad de llevar a cabo una supervisión independiente y objetiva de los proyectos y actividades de la denominada “reconstrucción” de Afganistán, promoviendo la eficiencia y efectividad de los programas de reconstrucción y detectar y prevenir el desperdicio, el fraude y abuso, según se afirma en la web oficial.

Pero nada indica que lo informes trimestrales de SIGAR al Congreso tuvieran mucho eco público, aunque en los mismos  haya quedado constancia de las frecuentes irregularidades y malversación del dinero del contribuyente estadounidense en Afganistán. Un informe de 2018 reveló que habían desaparecido unos 11.000 millones de dólares en despilfarro, fraude y mal uso de fondos públicos. En videos de tv extranjeras podemos contemplar al ejército afgano con uniformes de camuflaje para terrenos boscosos que les proporcionaron los estadounidenses, aunque este país de Asia Central, desértico y montañoso, los bosques solamente suponen un 2 por ciento del territorio. Otro ejemplo lo expone en dicha web una nota de prensa del Departamento de Justicia (18//2018) que relata el caso de un ex contratista del gobierno que fue declarado culpable por su intervención en un plan para transformar  ilegalmente en propiedad privada, bienes del gobierno de EEUU de la base aérea militar de Kandahar, Afganistán; bienes que enviaba para su reventa a su domicilio en Arizona.

La importancia de los contratistas militares queda de manifiesto en el hecho de que en mayo de 2021, meses antes de la desordenada retirada de las tropas estadounidenses, informaciones solventes constataban que las autoridades planteaban la posibilidad de que los contratistas se mantuvieran sobre el territorio afgano con posterioridad a la retirada de las tropas. E incluso, los contratistas que conformaban la fuerza más grande de EEUU en Afganistán estaban reforzando su presencia justo a tiempo para tapar el vacío que podría quedar tras la retirada de las tropas estadounidenses. Por supuesto los hechos desmintieron tales previsiones.

Los contratistas constituían, pues, una fuerza relevante de la que dependían los
gobiernos de Estados Unidos y Afganistán, y los contratos en el propio país fueron un gran negocio para Estados Unidos, según estas informaciones. El Departamento de Defensa empleaba en esas fechas tardías a más de 16.000 contratistas en Afganistán, de los cuales 6.147 eran ciudadanos estadounidenses, más del doble de las tropas estadounidenses restantes.

Al igual que el personal de la CIA, a los contratistas privados resulta casi imposible seguirles la pista y, por principio, no se cuentan mientras prestan apoyo a los militares con funciones logísticas como el transporte. Por ejemplo se cita a la Base Aérea de Bagram, un monstruoso bastión estadounidense que en algún momento llegó a albergar 40.000 militares y contratistas civiles; y en el punto álgido de la guerra, se estimó que más de 12.000 afganos trabajaban en esa Base militar, la más importante; pero sin mayores precisiones respecto a los contratistas. En algunos otros casos, la razón estaba clara porque estos tenían papeles más turbios en el sombrío mundo de las operaciones encubiertas y de los mercenarios. Otros ayudaban a operar con los mil millones de dólares en equipos y armamento pesado estadounidenses dentro del ejército afgano: los contratistas prestaban todo el mantenimiento de los helicópteros Black Hawk y los aviones de carga C-130 de la Fuerza Aérea afgana fabricados en EEUU. Los controladores de tráfico aéreo en los aeropuertos del país eran contratistas internacionales, sin que se dispusiera de un grupo de mano de obra local afgana capacitada para tales tareas.

Esa demanda podría ser satisfecha por la industria de miles de millones de dólares de contratistas militares privados, ya que no computaban como "botas sobre el terreno", pero ofrecían el mismo nivel y variedad de habilidades, lo que suponía un coste político mucho menor y con una dosis de secreto. Las líneas que diferencian a estos contratistas de los mercenarios son borrosas. Mientras los contratistas militares privados se consideran legales, los mercenarios están prohibidos por la legislación internacional y estadounidense, algo que le causó problemas al máximo ejecutivo de Blackwater cuando se descubrió que estaba entrenando y constituyendo ejércitos privados en Irak y Libia y que tenía planes de privatizar en mayor grado la guerra en Afganistán.

La respetada ONG estadounidense The Center for Public Integrity compiló los principales contratistas de defensa que se beneficiaron de los conflictos en Afganistán y en Irak. (Top 100 Contractors in Irak y Afghanistan) .Y elaboró una lista a partir de datos sobre las transacciones contractuales ejecutadas en los años 2004, 2005 y 2006, que tenían como lugar de ejecución  Irak o Afganistán; los datos disponibles en el Sistema de Datos de Adquisiciones Federales de la Administración de Servicios Generales, se limitan a los 100 proveedores que reciben los fondos más comprometidos durante este período de tres años. Este listado fue publicado primero en 2007 y posteriormente actualizado para 2014 con datos del nuevo proceso de contratación establecido, que era ya más transparente.  Sobre esos datos de los contratos registrados, los expertos del Centro identificaron las empresas matrices de las distintas divisiones y filiales contratantes, utilizando fuentes oficiales. Entre los 100 principales contratistas de la Defensa figuran nombres muy conocidos como Blackwater USA; Lockheed Martin; Odebrecht-Austin Joint Venture; ITT Corporation; General Dynamics; o Boeing Company; junto a otros menos conocidos. Todos estos grupos empresariales están presentes en las Bolsas de Nueva York, donde cotizan sus acciones.


La alta rentabilidad de las acciones de los contratistas.

La guerra  de Afganistán ha sido un escandaloso fracaso para los EEUU pero no para las cinco grandes  empresas contratistas y sus accionistas, según el análisis de la revista crítica e independiente the Intercept. (Jon Schwarz, Afghanistan War Has Been Hugely Profitable

Si Vd. invirtió 10,000 dólares en acciones repartidos equitativamente entre los cinco principales contratistas de defensa de Estados Unidos el 18 de septiembre de 2001, el día en que el presidente George W. Bush firmó la Autorización para el uso de la fuerza militar en respuesta a los ataques terroristas del 11 de  septiembre, y reinvirtió fielmente todos los dividendos, ahora su paquete de acciones valdría 97,295 dólares, casi 100.000 dólares.

Este es un rendimiento mucho mayor que el disponible en el mercado de valores en general durante el mismo período. Los 10,000 dólares invertidos en una cartera del índice bursátil S&P 500 el 18 de septiembre de 2001, ahora valdrían 61,613 dólares. Es decir, las acciones de defensa superaron al mercado de valores en general en un 58 por ciento durante la guerra de Afganistán.

Además, dado que los cinco principales contratistas de defensa más importantes (Boeing, Raytheon, Lockheed Martin, Northrop Grumman y General Dynamics) son, por supuesto, parte del Índice bursátil S&P 500, las empresas restantes obtuvieron retornos más bajos que los retornos generales del índice S&P referido.

Estas cifras sugieren que es incorrecto concluir que la toma inmediata de Afganistán por los talibanes tras la salida de Estados Unidos significa que la guerra de Afganistán haya sido fracaso. Por el contrario, desde la perspectiva de algunas de las personas más poderosas de Estados Unidos, puede haber sido un éxito extraordinario. En particular, para los consejos de administración de los cinco contratistas de defensa citados que incluyen oficiales militares jubilados de alto nivel, según la referida revista, que presenta los resultados específicos de esos principales contractors Y destaca que todos, a excepción de Boeing, reciben gran parte de sus ingresos de gobierno estadounidense.

 

La simbiosis de gobernantes y la industria militar y financiera

Más allá de los datos concretos, estos resultados de la guerra de Afganistán solamente se entienden desde la situación de simbiosis de la industria bélica, como una realidad sociológica y económica a la que en los círculos críticos estadounidenses se ha venido haciendo referencia con la expresión “the Military-Industrial Complex”, que significa la relación cómoda entre las partes que gestionan las guerras de los EEUU (las fuerzas armadas, la administración presidencial y el Congreso) más las compañías fabricantes de armas y equipos de utilidad bélica,  según se analizó en un estudio del Institute for Policy Studies Para decirlo de modo sencillo, se refiere a la relación extremadamente fluida y amistosa entre empresas contratistas y gobernantes, en la que ambos lados están asociados para el logro de éxitos para los planificadores de las guerras y de beneficios financieros para aquellos que integran los consejos de administración de las grandes corporaciones. Algo que podría ser la versión actualizada de la teoría  de “la guerra por el beneficio”.

A este respecto, conviene recordar que la expresión Military-Industrial Complex  quedó consagrada con el discurso de despedida (Farewell Address to the Nation) del Presidente Eisenhower, que había sido un laureado general durante la segunda guerra mundial que contribuyó a la derrota militar del nazismo en Europa. En su discurso del 17  de enero de 1961 denunció ese entramado político-industrial, advirtiendo al pueblo americano de la amenaza que suponía ese conglomerado para la acción del gobierno democrático:

“En las sesiones del gobierno, debemos guardarnos contra la adquisición de una injustificada influencia,  buscada o no, del complejo militar industrial. Existe y persistirá el potencial para la ascensión desastrosa de un poder inapropiado. No debemos nunca permitir que el peso de este conglomerado haga peligrar nuestras libertades o los procesos democráticos. No demos nada por descontado. Únicamente una ciudadanía informada y alerta podrá  imponer el apropiado entramado de la enorme maquinaria industrial y militar de defensa con nuestros objetivos y métodos pacíficos, de modo que la libertad y la seguridad prosperen juntas”.

Este conglomerado industrial y militar sobrevivió al Presidente,  que tras sus éxitos en la segunda guerra mundial había sido escogido por el partido republicano como candidato. Y este complejo de organizaciones y personajes estadounidenses creció en su dimensión económica, hasta el extremo que nos dice Joseph Stiglizt  que “en el último medio siglo ese complejo se ha extendido: los grupos de presión que determinan las finanzas, la industria farmacéutica, el petróleo y el dióxido de carbono”, como ya analizamos en mi libro El casino que nos gobierna.-

 

sábado, 28 de agosto de 2021

AFGANISTAN: EL GIRO GEOESTRATÉGICO DE EEUU

 "Es un acontecimiento extremadamente amargo, dramático y aterrador", afirmó la canciller alemana Ángela Merkel el lunes 16 ante el rápido deterioro de la situación en Afganistán tras la ocupación de Kabul por los talibanes el domingo 15 de agosto de 2021. "Es un acontecimiento terrible para los millones de afganos que quieren una sociedad más liberal", añadió. Mientras estos comentarios se producían, Alemania, España, Reino Unido y otros países se apresuraban a evacuar a su personal diplomático y colaboradores afganos desde el aeropuerto principal de Kabul. Poco antes en una reunión interna de su partido, Merkel manifestaba que creía que la decisión de Estados Unidos de seguir adelante con la retirada militar se había tomado por "razones políticas internas", que eran en parte culpables de la situación generada. Y según la cadena de radiotelevisión alemana DW, el nuevo líder del partido demócrata cristiano, Armin Laschet, calificaba la salida de Afganistán como un fracaso y la retirada como "la mayor debacle que ha sufrido la OTAN desde su fundación". 

Un periodista brasileño, buen conocedor de Afganistán desde hace años, lo resumió más crudamente: "La OTAN acaba de ser humillada cósmicamente en el cementerio de los imperios por un grupo de pastores de cabras".  Al final, el momento Saigón sucedió más rápido de lo que esperaba cualquier “experto” en inteligencia occidental. Esto es para los anales: cuatro días frenéticos que concluyeron la guerra relámpago de guerrillas más asombrosa de los últimos tiempos. Estilo afgano: mucha persuasión, muchos acuerdos tribales, cero columnas de tanques, mínima pérdida de sangre.” 


Pero el caos y el desorden que siguió a la toma del poder en Kabul por los talibanes, era reconocido abiertamente por Jonah Blank,antiguo asesor de Biden en política exterior, pero precisando que: "Los fallos de cómo nos retiramos de Afganistán no deben confundirse con la cuestión de si debíamos retirarnos de Afganistán. La presencia de Estados Unidos no tenía que terminar de esta manera, pero tenía que terminar".  

Está claro que EEUU había decidido un giro geoestratégico en su política global cualesquiera que fueran las consecuencias.

La razón de ser de la retirada estadounidense

El presidente Biden anunció que el 31 de agosto finalizaría la misión militar de Estados Unidos en Afganistán, completando un proceso iniciado el 2 de julio cuando las fuerzas estadounidenses abandonaron Bagram, una base aérea convertida en el símbolo del compromiso militar con Afganistán; pero lo hacía de un modo que daba la impresión, para algunos observadores, que EEUU reconocía su derrota frente a los talibanes. La razón fundamental de esta retirada responde al interés nacional de los Estados Unidos, que determina que no hay más razones para que sus soldados permanezcan en ese peligroso territorio y, con tal fin, existe un consenso bipartidista. De ahí que el demócrata Biden haya cumplido el acuerdo con los talibanes (no con el gobierno afgano) del republicano Trump de 29 febrero 2020 en Doha.

Tras dos décadas de intervención militar en Afganistán, con un coste que se cifra entre dos y tres billones de dólares, gastados en su mayor parte en entrenar y equipar las fuerzas de seguridad afganas, los Estados Unidos se han encontrado con que, a pesar de ser la primera superpotencia, disponen de unos recursos propios limitados, que deben utilizarse de manera óptima para afrontar otros desafíos urgentes para sus intereses nacionales (infraestructuras, innovación tecnológica) y para su posición global frente a China y Rusia.

Según la doctrina oficial, EEUU considera que ha logrado los objetivos principales de comenzar la guerra, que incluían eliminar a Osama ben Laden, el autor intelectual de los ataques terroristas del 11 de septiembre; y prevenir nuevos ataques. Objetivos logrados con un alto coste que incluyó la muerte de 2.448 soldados estadounidenses e hiriendo a otros 20.722. Si los aliados y socios de Estados Unidos esperaban que continuara aumentando sus costes financieros y humanos con la esperanza de construir una nación/un Estado democrático en Afganistán, ahora se han enterado que ese no era el objetivo nacional de Estados Unidos.

Durante su casi medio siglo en política, Joe Biden ha predicado lo que ha descrito como un enfoque pragmático de la política exterior en el que Estados Unidos utiliza su "poder blando" (soft power) para promover valores nobles como los derechos humanos y la democracia; y reserva su poder militar (hard power) para proteger el núcleo de los intereses estadounidenses.

Los ataques terroristas del  "9/11" desencadenaron el compromiso militar de combate masivo, que la administración Bush transformó en “guerra contra el terror”, llevó a la invasión de Afganistán, primero y luego, a la de Irak. Pero a estas alturas de la película, Biden ha dicho que el terrorismo, "no es una amenaza existencial" para la democracia estadounidense. Mientras que los conflictos con potencias regionales con armas nucleares, como China y Rusia, potencialmente sí lo son

Y de ahí la urgencia de la administración Biden para que los EEUU concentren sus esfuerzos en otras direcciones. Sin embargo, la incertidumbre y el vacío de poder que deja la salida de la superpotencia de Afganistán representan un serio desafío para las grandes potencias rivales y para los países vecinos. La retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán genera amenazas para la seguridad de la región pero tendrá consecuencias económicas también.

 Asia va primero

Todo  apunta a que la decisión de retirada militar de Afganistán se inserta en la voluntad del presidente Biden de implementar la política de "Pívot to Asia" (“giro hacia Asia”), articulada por primera vez por la administración Obama de la que Biden formó parte como vicepresidente. Una opción de política global que se ha vuelto más urgente en la medida en que EEUU ha adquirido mayor conciencia de que una China asertiva se ha convertido rápidamente en un desafío para su supremacía global. De ahí la pretensión de reequilibrar sus políticas hacia Asia y el Pacífico para prestar mayor protección a sus aliados y socios en esa región frente a las amenazas que emanan de China. Por lo pronto, una semana después de la caída de Kabul, la vicepresidenta Kamala Harris volaba a Singapur e iniciaba un viaje relámpago por la región para tranquilizar a los países socios (desde Corea del Sur, Japón a Taiwán) tras el abandono de Afganistán (BBC,24/8/2021)

Si bien, al parecer, todos los ojos están actualmente puestos en cómo Washington, Pekín y Moscú lidiarán con las turbulencias y la incertidumbre sobre la situación resultante en Afganistán, es probable que las repercusiones de los eventos imprevisibles tengan un gran impacto en la región del sur de Asia. Las muchas predicciones que se están haciendo sobre las posibles ramificaciones de los eventos en Afganistán y sobre cómo se llenará el vacío de poder que deja la salida de la superpotencia, apuntan a que en su entorno se va a desarrollar un nuevo gran juego que mantendrá en alerta a todas las partes interesadas. Si bien la dinámica entre Estados Unidos y China parece ser un imperativo importante para la retirada de Estados Unidos de Afganistán, su trayectoria estaría influenciada por otros cinco actores estatales - Rusia, Turquía, Irán, India y Pakistán - y tres actores no estatales - los talibanes, ISIS/Estado Islámico y Al Qaeda, según señala un investigador. 



 China, competidor y  jugador clave en seguridad

Pekín ha culpado directamente a Estados Unidos por su apresurada retirada de Afganistán, que puede crear volatilidad e inseguridad transfronterizas. China y Rusia,  proactivos en su acercamiento a los talibanes, se han mostrado cautelosamente optimistas con respecto a la toma del poder de los talibanes en Kabul, aunque ambos han declarado categóricamente que no se apresurarían a reconocer formalmente a un gobierno talibán. Las delegaciones de los talibanes habían visitado Rusia y China en julio de 2021. Y después de la toma de Kabul por los talibanes, el secretario de Estado de Estados Unidos, Anthony Blinken, también se acercó a Pekín y Moscú.

En cuanto a China, aunque ha cosechado beneficios económicos en el Medio Oriente y las regiones adyacentes mientras la responsabilidad de la seguridad recayó principalmente en Estados Unidos, ahora lo más importante es que comparte su frontera con Afganistán a través de su provincia de Xinjiang, una región habitada por musulmanes que actualmente es fundamental para la estrategia estadounidense de contrarrestar a China. Se dice regularmente que la amenaza de seguridad más apremiante de China en Afganistán es el Movimiento Islámico Uigur del Turquestán Oriental que busca la independencia. Y planea aumentar su presencia de seguridad para evitar que los extremistas provoquen disturbios en la citada  región con la ayuda del Afganistán de los talibanes; a cambio, estos esperan apoyo chino para un desarrollo económico y superar la inestabilidad interna.  Hasta ahora, los talibanes le han dado seguridad a China, llamándole un país "amigo"; pero esas garantías pueden no ser suficientes para que China se relaje su seguridad, especialmente porque los talibanes y los Estados Unidos han llegado a un acuerdo abierto, que también puede implicar algunos entendimientos encubiertos. Es importante señalar que algunos analistas destacan que no conocemos el alcance total del entendimiento entre los Estados Unidos y los talibanes, aparte del acuerdo del 29 de febrero en Doha. Aunque lo cierto es que, tras la caída de Kabul, el gobierno chino mantiene contactos con los líderes talibanes y ha mostrado sus deseos de un gobierno  afgano integrador en un país pacificado y seguro y su disposición para explotar la riqueza minera de Afganistán.

China también busca las reservas sin explotar de Afganistán de carbón, hierro, gas, cobalto, mercurio, oro y litio. Y actualmente se ha convertido en el mayor inversor extranjero directo desde que los afganos abrieron su sector de materias primas en 2007. Además, el ambicioso plan del presidente chino Xi Jinping de conectar países a través de la  Belt and Road Initiative, la conocida nueva Ruta de la Seda, tiene como objetivo unir Kabul y Pakistán a través del Corredor Económico China-Pakistán. Para China, Afganistán sigue siendo una ruta importante para conectarse con el resto del mundo, uniendo Irán, Afganistán y Pakistán  y expandir su influencia geopolítica. En la región, China se ha convertido en una potencia económica y regional indiscutible que podría convertirse en un actor a largo plazo. Hay quien sostiene que en este atolladero lleno de complejidades y oportunidades, el expansionismo chino está destinado a entrar como nuevo participante en el gran juego. En contraste con imperios anteriores, China, con sus ambiciosos proyectos y acuerdos, podría emerger como el campeón del siglo del cementerio afgano donde Estados Unidos, Gran Bretaña y Rusia han fracasado, apunta un experto

Sin embargo, se asegura que EEUU busca la implicación de China en la seguridad de Oriente Medio. Ahora que EEUU se ha convertido en el mayor productor de petróleo del mundo, la opción militar para garantizar el libre flujo de petróleo del Golfo a EEUU, la llamada doctrina Carter, ha perdido su relevancia. Por lo que el fundamento de tal doctrina ahora se ajusta mejor al imperativo energético de China, y será interesante observar cómo China se asegura el flujo de petróleo desde Medio Oriente a su propia costa en ausencia de la seguridad proporcionada por Estados Unidos. En ese sentido hay que tener presente que el creciente consumo de petróleo y gas en China le ha convertido en el mayor importador de petróleo, que hacia principios de 2020 suponía el 75 por ciento de la demanda total, siendo el mayor cliente del petróleo que fluye fuera del Estrecho de Ormuz. (Daniel Yegin, The New Map, 156-157)

 Rusia y otras potencias implicadas

Para Rusia, Afganistán es importante debido a su papel geopolítico en Asia Central, que considera su propia esfera de influencia. Con el colapso de Afganistán, Moscú toma el mando en Asia Central, rezaba el titular de un informe de The New York Times unos días más tarde de la caída de Kabul. Para Moscú, la caótica retirada estadounidense representa una victoria propagandística a escala mundial, porque  recuerda la humillante retirada de Rusia de Afganistán en 1989, después de su desastrosa intervención de diez años. En la ronda más reciente de conversaciones de Rusia con los talibanes en Moscú, en julio pasado, el grupo islamista prometió que sus logros militares no serían una amenaza para Rusia o sus intereses. Porque Rusia ha tenido con los talibanes múltiples rondas de conversaciones a pesar de que este grupo islamista radical está oficialmente clasificado como una organización terrorista prohibida con Rusia. Otro lado de la estrategia han sido los ejercicios militares de Rusia en la frontera como una demostración de fuerza con voluntad de castigar a los talibanes si se salían de la línea. Las tropas rusas participaron en ejercicios militares con Uzbekistán y Tayikistán este mes de agosto cerca de la frontera entre Tayikistán y Afganistán.

Junto con Pakistán y China, Rusia ha ganado una amplia influencia en asuntos de seguridad a expensas de Estados Unidos e India, aseguran los observadores internacionales. En la larga lucha postsoviética por el poder y la influencia en Asia Central, a veces llamada el nuevo Gran Juego, un jugador cada vez más dominante ha emergido del caos y la confusión de Afganistán, que es Rusia, al menos en asuntos de seguridad. Por tanto, el fortalecimiento de la posición de Rusia en asuntos de seguridad de Asia Central es parte de un cambio más amplio provocado por el ascenso al poder de los talibanes, fortalecimiento que se verá incrementado con la salida de EEUU de Afganistán.

Por lo tanto, para Rusia y Asia Central, la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán, además de desencadenar nuevas amenazas a la seguridad, también tendrá consecuencias económicas. Hasta la fecha, no está claro cuánto tiempo y en qué medida permanecerá el apoyo externo para Afganistán una vez completada la retirada. También se desconoce si alguno de los actores externos podrá o estará dispuesto a llenar el vacío de seguridad resultante en la región. Después de todo, no se trata solo de apoyo material al gobierno central afgano, sino de garantizar la seguridad de los proyectos de infraestructura en las regiones del país, así como el control de las fronteras y los flujos comerciales ilegales. La retirada oficial de las tropas estadounidenses es de particular importancia para los países de Asia Central, dada su proximidad a Afganistán, y puede tener una serie de consecuencias estratégicas. En este contexto, la reunión del secretario de Estado de EEUU, Anthony Blinken, el 23 de abril pasado con los ministros de Relaciones Exteriores de Kazajstán, Uzbekistán, Tayikistán, Kirguistán y Turkmenistán fue un intento de garantizar los compromisos de EEUU con la región e indicar a otros actores regionales que Afganistán todavía está en el radar de la política exterior de Biden. 

Otros dos poderes regionales, como Turquía e Irán, pueden desempeñar un papel relevante tras el triunfo de los talibanes. Turquía, que no comparte sus fronteras con Afganistán, mantiene buenas relaciones con estos al mismo tiempo que, como parte del contingente militar de la OTAN, acordó proporcionar apoyo técnico en la seguridad del aeropuerto de Kabul en la fase posterior a la retirada estadounidense, en su doble juego habitual; lo que significa que puede desempeñar un papel cada vez más importante en el futuro de Afganistán. Por su parte, Irán comparte más de 900 km de frontera con Afganistán y alberga a más de dos millones de refugiados afganos. Si bien un escenario de seguridad en deterioro en Afganistán podría aumentar sustancialmente ese número.  Y comprometerse con los talibanes también es importante para el gobierno chiita con el fin de contrarrestar a su rival sunita, Arabia Saudita. Por lo tanto, no es sorprendente que los intransigentes iraníes hayan comenzado a pedir un trato diferente a los talibanes que para Al-Qaeda e ISIS.

Podemos decir que estos tres países son rivales regionales y globales de Estados Unidos y algún experto asegura que de un solo golpe, el presidente Biden los ha ocupado en la tarea urgente de estabilizar Afganistán y asumir la carga de su seguridad. Los otros países vecinos de Afganistán, los que son amigos de Estados Unidos, también han comenzado intensos esfuerzos para encontrar una manera de garantizar la paz. 

Reacciones de India y Pakistán

La India también está "siguiendo de cerca" la evolución de la situación de seguridad en Afganistán para proteger sus propios intereses y se ha dedicado a la diplomacia de alto nivel para contribuir a resolver la crisis actual.  India ha declarado claramente que tiene abiertos algunos canales de comunicación con los talibanes desde hace algún tiempo, aunque muchos analistas argumentan que Nueva Delhi debería haber sido más proactiva al acercarse a los talibanes. Si bien India logró evacuar a su personal que trabajaba en la embajada, y a todos los demás ciudadanos indios en Kabul, no le gustaría ver que todas sus inversiones (estimadas en 3.000 millones de dólares) fracasen. India ha invertido en varias áreas de Afganistán, incluida las infraestructuras, la salud y la educación.

La principal aprehensión a largo plazo de Nueva Delhi son los estrechos vínculos entre los talibanes y el estado profundo de Pakistán. Si uno mira específicamente al sur de Asia, Pakistán ha acogido con satisfacción la toma de Afganistán por parte de los talibanes, con el primer ministro de Pakistán, Imran Khan, diciendo que los talibanes se han liberado de la esclavitud, mientras que el ministro de Información del país, Fawad Chaudhry, dijo que Pakistán reconocería a los talibanes, después de consultas regionales. (Tridivesh Singh Maini. Analista de políticas con sede en Nueva Delhi asociado con OP Jindal Global University, Sonipat, India. Una de sus áreas de interés es el triángulo India-Pakistán-China.) Taliban Takeover of Afghanistan: Implications for India

 

El terrorismo islámico, una amenaza soterrada

Finalmente, señalemos la presencia en esta área geográfica de tres actores no estales, tres grupos del islamismo radical, cuya actividad futura nadie se atreve a prever sobre datos fiables. Eso sí: la interacción entre los talibanes, Al-Qaeda e ISIS/Estado Islámico influirá en el futuro no solo de Afganistán sino de toda la región de Oriente Medio y más allá. Esto también sería determinante en cualquier posible regreso de las fuerzas estadounidenses a la región. Hasta ahora, los talibanes han asegurado que no permitirán que ISIS ni otros grupos violentos utilicen el territorio afgano contra sus vecinos. Sin embargo, dados los estrechos vínculos históricos entre los talibanes y Al-Qaeda, es más fácil decirlo que hacerlo. Aunque ISIS y Al-Qaeda no están exentos de diferencias, históricamente tampoco son reacios a unirse contra un enemigo común. Si Estados Unidos también decide retirar sus fuerzas de Irak, entonces ISIS puede resurgir de  nuevo. Y si estos tres grupos radicales se unieran, eso puede causar estragos en términos de seguridad regional, manteniendo ocupados a todos los interesados.

El secretario de Estado estadounidense, Anthony Blinken, en una reciente visita a la India, antes de la caída de Kabul, advertía que Afganistán se convertiría en un “estado paria” si los talibanes tomaban el control por la fuerza”, afirmando que "estos no son los talibanes del siglo XX ... sino la manifestación del nexo entre las redes terroristas transnacionales y las organizaciones criminales transnacionales". Y tras el 15 de agosto, el Presidente Biden ha defendido su decisión de poner fin a la guerra en Afganistán culpando a los propios gobernantes afganos de traicionar a su país y de no estar dispuestos a luchar contra los talibanes.

Finalmente, digamos que, a pesar de los beneficios del giro geoestratégico, los Estados Unidos aún afrontan muchos otros desafíos en la región después de la retirada de sus fuerzas de Afganistán.-

                                                            Sanxenxo, 28/8/2021

 

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sábado, 14 de agosto de 2021

2034: UNA GUERRA NUCLEAR ES POSIBLE

En la medida en que el rápido ascenso de China como potencia mundial es hoy un reto para el predominio habitual de los EEUU desde la Segunda Guerra Mundial, los dos Estados corren el riesgo de sucumbir en la trampa mortal definida por el historiador griego Tucídides, que analizó la guerra que devastó las dos principales ciudades-estado de la Grecia clásica hace 2.500 años, concluyendo que “fue el ascenso de Atenas y el temor que suscitó en Esparta lo que hizo inevitable la guerra”, conocida como La guerra del Peloponeso.


La trampa de Tucídides es la gran idea central que aborda el profesor de Harvard Graham Allison, en su libro “Destined for war. ¿Podrán America y China escapar a “la trampa de Tucídides?”, publicado en 2017, durante el primer año de la Administración Trump con su lema “make America great again”; y que resultó muy valorado por relevantes personalidades como Henry Kissinger, antiguo Secretario de Estado; Bankin Moon, antiguo Secretario General de la ONU;  e incluso por Joe Biden, cuando era ex vicepresidente.

A modo de relato admonitorio frente al riesgo de la trampa de Tucídides, en 2021 se ha publicado “2034, A novel of the next world war” (Penguin Press), una novela del veterano periodista  Elliot Ackerman y el almirante James Stavridis que aborda la dinámica de la rivalidad entre EEUU y China y de cómo podría desarrollarse un conflicto bélico entre las dos superpotencias, una vez desvanecida la superioridad tecnológica estadounidense y alejado el centro de gravedad geopolítico  de Washington. Los antecedentes militares como oficiales de ambos autores, además de escritores consagrados, dotan de solvencia técnica y narrativa a esta fantástica obra de ficción, que debería incitar a la reflexión profunda sobre la geopolítica de nuestro tiempo. Porque la realidad es que el fulgurante ascenso a superpotencia de China frente a los Estados Unidos, supone ya tales implicaciones que un diplomático de la etapa Obama las resumió de modo significativo: “En los viejos tiempos- refiriéndose a antes de 1998 – cuando surgía una crisis o situación conflictiva, la primera pregunta que siempre hacían  los líderes asiáticos era “¿Qué piensa Washington?”. Hoy, cuando ocurre algo, lo primero que preguntan es “¿Qué piensa Pekín?” (Destined for war, p.24)

 El incidente en el Mar de China Meridional

Resulta tremendamente verosímil que el enfrentamiento bélico de China y EEUU en la ficción se inicie y se localice en el Mar de China Meridional,  convertido en objeto de reclamaciones territoriales que se superponen entre China y otros países ribereños, incluido Japón; y es hoy un punto caliente en las relaciones de China con EEUU. Ya en 2016, Jacques Attalí, destacado politólogo francés y autor, incluía este espacio marítimo como uno de los seis posibles detonadores de un conflicto bélico mundial (Véase en este blog); y no le han desmentido los hechos reales posteriores. Y mientras China reclama su soberanía plena sobre todo ese espacio marítimo,  los EEUU lideran la defensa la libertad de navegación marítima conforme a los Convenios  internacionales.

La acción comienza el 12 de marzo de 2034, cuando la comodoro de la Armada de los EEUU Sarah Hunt se encuentra en el puente de su buque insignia, el destructor de misiles guiados John Paul Jones, al frente de una flotilla de tres destructores, máquinas de guerra altamente sofisticadas con sistemas de armas computarizados. Está realizando una patrulla de rutina reafirmando la libertad de navegación en el Mar de China Meridional, cuando su buque detecta un arrastrero (sin bandera pero que se supone chino), en evidente peligro dado el humo que sale de su puente. Al abordarlo los marineros estadounidenses con la intención de ayudarlo, descubren cierto mecanismo cibernético secreto y al mismo tiempo se bloquean sus propios sistemas cibernéticos quedando incomunicada toda la flotilla de destructores,

Simultáneamente, ese mismo día, el mayor  Chris “Wedge” Mitchell, experimentado piloto de la Marina estadounidense está sobrevolando sobre el Estrecho de Ormuz con un caza F35, probando una nueva tecnología sigilosa mientras juguetea con el espacio aéreo iraní. Súbitamente, los mandos del avión dejan de responder al piloto y es guiado por una extraña fuerza cibernética hasta aterrizar en la cercana Base aeronaval iraní de Bander Abbas, donde es hecho prisionero.

Al parecer, esos eventos respondían a un plan chino que buscaba hacer llegar a la Casa Blanca un mensaje para demostrar su superioridad tecnológica y lograr el reconocimiento del poderío chino por los EEUU, con la pretensión de negociar el intercambio del pesquero chino que consideran apresado por la flotilla por el piloto prisionero de Irán. Sin embargo, una serie de malentendidos y las interferencias y el bloqueo cibernético de las comunicaciones entre EEUU y China conducen a un fatal desenlace. Al final de ese día, el destructor de Sarah Hunt y su flotilla yacerán en el fondo del mar hundidos por la Armada china; y el piloto Wedge es retenido por Irán como prisionero con su F35.

Resulta evidente que una desconocida tecnología cibernética indetectable, prestada por China a Irán en clara coordinación, ha permitido apresar al piloto estadounidense y su avión; y asimismo ha logrado inmovilizar y dejar indefensa a la flotilla de destructores estadounidenses. Esta nueva tecnología incontrolada por los EEUU implica el uso de nuevas y poderosas formas de armamento cibernético que deja incomunicados e indefensos a los portaviones y aviones de la V y VII Flotas estadounidenses. En un solo día, la creencia de los mandos de Estados Unidos en la preeminencia estratégica de su ejército y su marina se desvanece, evidenciándose su retraso tecnológico frente a los chinos.

 La escalada bélica

El resto de la novela relata una escalada bélica que se sucede entre las dos superpotencias sin que se explicite algún objetivo estratégico propio que no sea mostrar su superioridad frente al adversario. Como reflexiona un protagonista  secundario, un alto mando militar iraní (p, 203) ya el 17 de julio,  le resulta asombrosa la rapidez con que las tensiones habían escalado entre estadounidenses y chinos, los dos países que, al contrario que el suyo (Irán), tenían la mayor responsabilidad en preservar el orden en el mundo. Hasta ese momento, se había producido el incidente con el arrastrero chino más una sucesión de batallas navales entre las flotas china y estadounidense,  la invasión de Taiwán por los chinos continentales y el ataque nuclear de EEUU a la ciudad china de Zanjiang (Luego sucederá la respuesta también nuclear de China que aniquila la ciudades estadounidenses de San Diego y Galveston y la destrucción de Shanghái por los EEUU)  De modo que, como concluye el citado protagonista, gran parte de lo sucedido desde los comienzos del conflicto abierto ha desafiado la lógica de los intereses de ambas naciones.

 La cibernética facilita el ataque nuclear

Desde que Estados Unidos bombardeó con dos armas nucleares las ciudades niponas de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945, el mundo ha vivido al borde de la posibilidad de que una catástrofe similar se repitiera. Aunque políticamente su utilización quedó bloqueada gracias a la estrategia asumida de la denominada destrucción mutua asegurada (mutually assured destruction o MAD en siglas, en inglés 'loco'), durante la etapa de la Guerra fría entre los EEUU y la URSS, la Rusia soviética. Pero desaparecida esta y producido el ascenso de  China al nivel de potencia mundial frente a la primacía de EEUU, la nueva situación geopolítica creada autoriza a los dos autores a idear la ficción  de una guerra nuclear en 2034 entre estas dos superpotencias.  Pero cuyo el desarrollo se presenta técnicamente “controlado” con un alcance geográfico limitado.

La sorprendente diferencia es que en el relato de 2034 Estados Unidos tiene disponibles lo que se describen como armas nucleares "tácticas", que le permite pretender que su uso puede restringirse a un "campo de batalla", mientras el alcance  del arma nuclear estratégica seria ilimitado. Sin embargo, como la novela describe escuetamente, el "campo de batalla" de 2034 incluirá sucesivamente, además de Zanjiang,  la totalidad de las áreas metropolitanas de ciudades como San Diego, Galveston y Shanghái, cada una con poblaciones de varios millones de mujeres, niños y hombres. En 2034, personajes militares de todas las naciones contemplan irónicamente el uso de armas nucleares, como una solución plausible al conflicto bélico. Y excepto India, que ejerce un singular papel de mediador bélico y que contribuirá a poner  fin a la locura desencadenada, en el relato brilla la ausencia de la Unión Europea en el desarrollo del conflicto y su resolución así como de otras potencias medias extra europeas.

 Ciberdefensa y geopolítica

Las armas incorpóreas empuñadas en la guerra de 2034 son inicialmente las principales herramientas del combate: la inteligencia artificial, el espionaje cibernético, los invasores digitales que interfieren Internet, los drones no tripulados. Pero son los hombres y mujeres dentro de la maquinaria estatal, los burócratas y los políticos, quienes mueven las piezas por el tablero. Y los chinos se burlan de sus adversarios estadounidenses y de los políticos que son considerados responsables de la degradación del poder de Washington. "La desregulación que había dado lugar a tanta innovación y fortaleza económica estadounidenses era ahora una debilidad estadounidense", dice un funcionario de defensa chino. "Los estadounidenses han demostrado ser incapaces de organizar una ciberdefensa centralizada".

En un momento de la narrativa, un funcionario de China comenta que es poco probable que Estados Unidos vea el panorama más amplio, eligiendo centrarse en el problema o la crisis inmediata y que, para cuando lo haga, será demasiado tarde. Lo cual resulta sorprendente, pero es una descripción bastante adecuada para la forma en que Washington contempla las políticas y las crisis en los últimos tiempos. Como apunta Joshua Huminski, destacado experto estadounidense, la formulación de políticas en Washington, a pesar de los mejores esfuerzos de muchos, es demasiado lineal y demasiado directa. Parece que hay una tendencia a ver los problemas en el vacío y no ver los puntos de presión o nodos de una red. (Joshua Huminski, 2034: A NOVEL OF THE NEXT WORLD WAR. January 30, 2021)

A este respecto, cuenta el profesor Allison que en la cumbre de 2015, el presidente Obama y Xi Jinping debatieron extensamente sobre la “Trampa de Tucídides”, sobre el riesgo de un posible enfrentamiento bélico entre ambas superpotencias rivales. Obama subrayó que a pesar de la tensión estructural creada por el ascenso de China, “los dos países son capaces de gestionar sus desavenencias”. Al mismo tiempo, reconocieron ambos, según palabras de Xi, que “si los principales países una y otra vez cometen errores de cálculo estratégico, podrían crear por si mismos tales trampas” (Destined for War, prólogo)

 

viernes, 28 de mayo de 2021

La sombra de China se alarga hasta Montenegro

Montenegro es uno de los países de los Balcanes, surgidos de la descomposición de Yugoeslavia en los noventa, que aspira a entrar en la Unión Europea; pero la sombra del gigante asiático sobre el Este europeo es cada vez más larga e innegable, con Gobiernos euroescépticos como el húngaro que han optado por las vacunas chinas en su lucha contra la pandemia. Un ejemplo más de como la actual influencia china sigue abriendo brecha no solo entre Bruselas y los aspirantes a entrar en la Unión sino también entre Bruselas y algunos estados miembros. Desde luego China presenta un serio riesgo estratégico para el devenir de Europa.

Una autopista inacabada e impagada

En Montenegro se construye una de las autopistas más caras del mundo, financiada con un crédito concedido por China. Pero, como ha investigado Euronews, el gran interrogante es qué ocurrirá si este pequeño país balcánico no puede rembolsar ese crédito y se ve atrapado en la trampa de la deuda china, como ya le sucedió a Sri Lanka y a otros países en desarrollo ligados a los proyectos chinos de grandes infraestructuras amparados bajo la denominación de Nuevas Rutas de la Seda.

La impresionante e inacabada autopista Bar-Boljare de Montenegro se ha convertido en todo un quebradero de cabeza para este país pero también para la UE. Proyectada con una longitud de 170 kms la obra se ha parado en la primera fase del proyecto, de 41 kms, que abarca 20 puentes y 16 túneles a través de un terreno montañoso accidentado, con un coste de 20 millones de euros por km. La empresa constructora es la Corporación China de Carreteras y Puentes (CRBC) y el Eximbank de China que aporta un 85% de un préstamo en dólares del gobierno chino. La autopista, destinada en última instancia a unir el puerto de Bar (en italiano Antivari) en el Adriático con la capital de Serbia, Belgrado, ha sido un símbolo del deseo montenegrino construirse en Estado independiente en 2006. Pero su problemática construcción ejemplifica la inversión divisiva de China al margen de la UE y los riesgos de financiar grandes proyectos de infraestructura con préstamos de Pekín. Incluso hay dudas sobre los restantes 80 km de la autopista, ya que el gobierno no puede endeudarse más y Serbia ha retrasado la construcción del tramo correspondiente al otro lado de la frontera.

El alto coste de la financiación china, estimado en un total de 1.300 millones de euros, ha contribuido a elevar más la enorme deuda exterior de Montenegro, que se disparado hasta casi el 80% del producto interno bruto en 2012. Si Montenegro incumpliera, los términos de su contrato para los préstamos otorgan a China incluso el derecho a acceder a tierras montenegrinas como garantía, según publicaba por el Financial Times.

"Esta inversión china podría ser realmente peligrosa para Montenegro y nadie está pensando tanto en eso en nuestro país", reconocía al periódico británico Milka Tadic Mijovic, directora del Centro de Informes de Investigación con sede en Podgorica, que produjo un documental sobre la carretera. “El proyecto de la carretera y la forma en que se financia ha llevado a Montenegro por primera vez a una situación de déficit superior a los estándares de la UE, lo que limita el espacio futuro para las maniobras financieras del gobierno”. 

El riesgo de la trampa de la deuda china

La problemática situación creada en Montenegro, nos trae el recuerdo de las sospechas o el riesgo que conllevan en muchos casos los empréstitos chinos para grandiosas infraestructuras concertados con países en desarrollo al amparo de la mediática Nueva Ruta de la Seda. El caso de referencia es el de Sri Lanka, donde finalizada la construcción del gran puerto estratégico sobre el océano Índico mediante un sustancioso préstamo de China, se evidenció la imposibilidad de que el antiguo Ceilán reembolsara la deuda. Y en 2017, conforme al contrato suscrito la devolución del crédito se canjeo por un arrendamiento a 99 años del enorme puerto de Hambatota, añadiendo la disputa entre gobiernos sobre si el uso del puerto será o no exclusivamente civil, puesto Sri Lanka se niega a admitir la escala en su territorio de submarinos chinos. Y es que, como la historia nos enseña, los préstamos de gobierno a gobierno para grandes infraestructuras siempre fueron instrumentos de dominio (Frederic Lasserre et d autres, Les Nouvelles Routes de la Soie, Presses de l´Université du Quebec, 2019, pag.145).

En caso de impago de la deuda por parte de  Montenegro, muchos temen que el puerto de Bar, con sus aguas profundas sobre el Adriático, resulte ser un excelente objetivo estratégico para los planes expansivos de China.  

La política europea de China sigue careciendo de respuesta.

La presencia de China en Europa es crítica. Aunque los fondos han caído drásticamente en los últimos años, Pekín ha prodigado préstamos en los Balcanes, con casi el 70 por ciento de sus inversiones de 15.400 millones de euros desde 2012 destinadas a los cinco miembros de la agrupación que no pertenecen a la UE, según el Financial Times.

Y es evidente que los aspectos económicos del proyecto de la autopista montenegrina son duros, al igual que las consecuencias financieras para el país.

El recurso de Montenegro a la UE para que pague su deuda con China ha tenido una respuesta negativa hasta ahora. Por lo cual se afirma por los observadores que se han tensado un tanto un poco más las relaciones entre Montenegro y el bloque europeo. Y China, su imagen, según los expertos, podría resultar beneficiada. "Sin duda, diría que se trata de un gran golpe estratégico con respecto al peso de la Unión en la región", explica Vuk Vuksanovic, del Centro de Política de Seguridad de Belgrado. "Porque su credibilidad se reducirá significativamente, ya que ahora la mayoría de las capitales balcánicas verán no solo que la Unión Europea está dispuesta a criticarles por cooperar con China, sino también como Bruselas no hace realmente mucho para contrarrestar la influencia china".

Pero algunos diplomáticos en Bruselas y estados miembros influyentes de la UE llevan mucho tiempo preocupados de que China esté utilizando el llamado grupo “16 + 1” como un caballo de Troya para dividir a la Unión Europea y debilitar a los países balcánicos vulnerables, aunque Pekín niegue tal intención.

Precisamente una reunión del grupo de países europeos  "16 + 1" se produce días después de una cumbre de la UE con China en Bruselas, mientras Europa ya ha asumido que tiene que desarrollar una estrategia coherente para contrarrestar las ambiciones de China en el continente.

Y es que el caso Montenegro se suma a la política de China seguida con el Foro 16+1, que revela su estrategia de penetración inversora en Europa, como subrayábamos en este blog en 2019. Desde 2012, China ha implicado directamente a 16 países, los llamados PECOs (en inglés CEEC), incluidos Estados miembros de la Unión, como Polonia y Hungría, y países de los Balcanes, como Serbia, todo ello con un enfoque innovador para la cooperación regional. Aunque enmarcado como multilateralismo, en la práctica este formato es en gran medida bilateral y altamente competitivo. Mientras al inicio estos países adoptaron con entusiasmo esta cooperación china como una oportunidad para diversificar sus relaciones económicas, centradas en la Unión tras la crisis financiera global, para 2018 algunos de ellos expresaban su descontento con los resultados económicos obtenidos.

En los dos últimos años transcurridos, mientras EEUU con el Presidente Trump, se distanciaba de los socios europeos, China se ha ido aproximando para sacar provecho de las tensiones entre los occidentales dentro de su proyecto imperial. Y los 27 socios no acaban de definir una estrategia conjunta frente al Imperio de Enmedio (entre el Cielo y la Tierra, según la autodenominación antigua)



jueves, 29 de abril de 2021

Presencia alemana en el conflictivo Mar del Sur de China

En Agosto próximo, una fragata alemana va a zarpar rumbo a Asia, y a su regreso se convertirá en el primer buque de guerra alemán que habrá cruzado el Mar de China Meridional por primera vez desde 2002, anunciaron a primeros de marzo altos funcionarios del Gobierno de Ángela Merkel y difundió la agencia Reuters y la prensa asiática y medios internacionales que se hacían eco de la noticia.

A pesar de los frecuentes roces e incidentes entre navíos chinos y pescadores de los países ribereños, nada nos hace pensar que la presencia alemana vaya a provocar una crisis internacional como la del verano de 1911, cuando retando el dominio entonces de Francia en Marruecos, la Alemania del Káiser Guillermo II envió el acorazado Panther a Agadir, con la pretensión de establecer una base naval en el Atlántico; lo que hizo aflorar la tensión bélica entre los dos bloques de grandes países armados que anticipó el estallido de la primera guerra mundial. Obviamente, la actual tensión en las relaciones internacionales difiere de la de aquella época, aunque estemos viviendo también una nueva etapa de paz armada. Pero ni se aprecia aquel grado de tensión bélica de principios del siglo XX,  ni la Alemania de hoy muestra pretensiones de afirmarse como poder global.

Sin embargo resulta indudable que ese anunciado movimiento naval de un país líder de la Unión Europea revela un posicionamiento frente a la conflictiva  área marítima del Sur de China.

 

El conflicto geopolítico

El Mar de China se ha convertido en objeto de crecientes reclamaciones territoriales que se superponen entre China y otros países ribereños, incluido Japón. Y hoy  es un punto caliente en las relaciones de China con los EEUU y con los países del Sudeste asiático, como lo demuestran las frecuentes noticias de incidentes y declaraciones de países afectados. Ya en otoño de 2016, Jacques Attalí, destacado politólogo francés y autor de decenas de libros, incluía este espacio marítimo como uno de los seis posibles detonadores  que podrían desencadenar un conflicto bélico mundial. (Jacques Attalí, Vivement Aprés Demain, ed. Pluriel, págs., 176 y sgtes.) Los hechos desde 2016 no le han desmentido.

La gran importancia de esta zona para el comercio internacional, se manifiesta en que una mitad de los cargamentos de petroleros del mundo atraviesa el Mar de la China Meridional, no solamente hacia China sino también hacia Corea de Sur y Japón. Y siete de los diez principales puertos de contenedores del Mundo son chinos, el mayor es Shanghai; el 40 % de los cargamentos en contenedores del mundo corresponden a China (David Yergin, The New Map, Penguin Press, 2020, capitulo China´s Map) Y China reclama su soberanía plena sobre ese mar.

Los funcionarios alemanes precisaron que en su travesía el buque de guerra alemán respetará el espacio marítimo del mar territorial de cada país ribereño, las llamadas 12 millas náuticas, una referencia  indirecta a las áreas del mar en disputa como zona económica exclusiva, que China reclama casi en su totalidad y pretende exigir autorización para la navegación.

Es en este contexto la rivalidad por los islotes deshabitados (pero importantes para la delimitación de la zona económica exclusiva rica en gas y petróleo) cobra su importancia, alimentada por el aura de renacimiento nacionalista de China y de países asiáticos.

 

China y Japón

Ciertamente China presenta su propio ascenso al poder global como pacífico, pero no es así en ciertos casos. El caso más espinoso  quizás sea el área marítima Norte que afecta a la relación entre China y Japón sobre las islas que Japón denomina Senkaku y China Diaoyu, cuya competencia territorial viene a injertarse en la rivalidad geopolítica e histórica de los dos países. Rivalidad acentuada desde que en 2011 el PIB chino superó al japonés. Y la historia y su interpretación aún dividen a Pekín y Tokio. En 2013, Pekín amplió su espacio aéreo a esas islas, con el apoyo de Estados Unidos a Tokio: el presidente Obama declaraba que el tratado de defensa estadounidense-japonés cubre esas islas… Todos exhiben sus músculos para no usarlos, pero el temor a un derrape mal controlado podría llevar en un enfrentamiento apocalíptico que a todos preocupa.

 

China y los países del Sudeste Asiático

La verdad es que los vecinos de China del Sudeste Asiático se ambicionan el desarrollo de relaciones económicas mutuamente beneficiosas, pero también están inquietos por las pretensiones marítimas de China. Y al mismo tiempo mantienen cierta afinidad política con los EEUU.


Pero al Este del océano Pacífico tenemos otro punto caliente del planeta como es el mar de la China Meridional o mar del Sur de China, también conocido en Filipinas como mar de Filipinas Occidental​ (en inglés West Philippine Sea), que comprende el área que va desde Indonesia y Malasia hasta el estrecho de Taiwán, y las islas de Borneo y el archipiélago de las Filipinas. Abarca aproximadamente 3 500 000 km², un millón de kilómetros cuadrados más que el mar Mediterráneo y dos millones más que el golfo de México. En  ese mar Oriental hay cientos de pequeñas islas y arrecifes, que se agrupan en archipiélagos y cuya soberanía es objeto de reclamaciones por las naciones vecinas. Esta competencia se refleja en la diversidad de nombres utilizados en tales islas y en el propio mar.

Pekín considera el Mar de China Meridional como un asunto de interés nacional. Desde la llegada al poder del presidente XI Jinping, ha cobrado cierta vigencia oficial el mapa que se conoce como el 9-Dash Map (el mapa de las 9 rayas). Este mapa chino, que en los años treinta del pasado siglo elaboró el geógrafo chino Bai Meichu y fue adoptado por el gobierno comunista de Mao Tse Tung, delimita las reivindicaciones territoriales de la República Popular China.

La asertividad de la China actual pretende el control de esta extensa área marítima como una garantía para su comercio y su abastecimiento: el 80% de sus importaciones pasan por este mar, que está repleto de gas y petróleo, cuya explotación codicia. Asimismo, es un punto de tránsito para los submarinos nucleares chinos. Y sobre esta área marítima, China viene practicando una política de hechos consumados al fijar unilateralmente las fronteras de su espacio marítimo y al construir islotes artificiales cerca de las Spratleys para extender y exhibir su dominio.

Algunos de estos puestos de avanzada militar china en islas artificiales a lo largo del Mar del Sur de China, se insertan en las disputas marítimas que alcanzan a países como Vietnam (las islas Paracelos), Filipinas (Scarborough Reef), Malasia, Indonesia y Brunei (islotes de Spratleys). Muchas de estos países basan sus reclamaciones marítimas en la Convención Internacional de Naciones Unidas de 1982 sobre la Ley de Mar. Algunas de las reclamaciones de varios de esos Estados como Taiwán y Filipinas, llevaron a China al Tribunal Internacional de Arbitraje de La Haya, que en 2016 dictaminó que no había fundamento legal para la reclamación de China; pero esta se negó a participar en el caso y luego desestimó el fallo como "nulo y sin valor".

 

"Un orden internacional basado en reglas"

Washington acusa a Pekín de militarizar el Mar de China Meridional y de intentar intimidar a sus vecinos asiáticos. Estados Unidos tiene un interés nacional en el mantenimiento de la paz y la estabilidad, el respeto por el derecho internacional, el comercio lícito sin obstáculos y el respeto a la libertad de navegación y otros usos legales del mar, como han manifestado en ocasiones los portavoces del Departamento de Estado. Y regularmente Estados Unidos realiza operaciones de “libertad de navegación” en las que sus navíos pasan cerca de algunas de las islas en conflicto, afirmando la libertad de acceso a las vías navegables internacionales.

Por tanto, ciertamente, la nueva Administración estadounidense acogió con satisfacción la decisión de Alemania de desplegar su fragata en esa área marítima. Y ha celebrado este plan de un aliado de la OTAN y destacado miembro de la Unión Europea como Alemania, calificándolo como un apoyo bienvenido para recuperar un "orden internacional basado en reglas" en medio de tensiones en esas aguas ricas en recursos.

Damos la bienvenida al apoyo de Alemania a un orden internacional basado en reglas en el Indo-Pacífico. La comunidad internacional tiene un interés vital en la preservación de un orden marítimo abierto". Y un portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China respondía que los países disfrutan de libertad de navegación y sobrevuelo en esa vía marítima según el derecho internacional, agregando que “no podían tomarlo como una excusa para socavar la soberanía y la seguridad de los países litorales". Y, por su parte, la propia China también ha intensificado sus actividades en la región, realizando la marina china una serie de ejercicios de "escenarios de combate", incluido el aterrizaje anfibio en aguas no reveladas "lejos del continente", según noticias de periódicos regionales. En enero, Pekín aprobó una ley que por primera vez permite explícitamente a su guardia costera - que es la fuerza más poderosa de su tipo en la región  - disparar contra embarcaciones extranjeras, facultándoles para "tomar todas las medidas necesarias, incluido el uso de armas cuando la soberanía nacional, los derechos soberanos y la jurisdicción están siendo infringidos ilegalmente por organizaciones o individuos extranjeros en el mar". .  

Para contener esta política de China para asentar su soberanía sobre las aguas internacionales y controlar el área del Mar del Sur de China, los países de la OTAN han movilizado una parte de sus flotas. En enero pasado, un buque de guerra canadiense también navegó cerca del Mar de China Meridional, pasando por el Estrecho de Taiwán en su camino para unirse a ejercicios con las armadas de Australia, Japón y Estados Unidos. En febrero pasado, anunciaba que un submarino de propulsión nuclear y un buque de guerra patrullaban en el Mar del Sur de China para subrayar la libertad de navegación (Al Jazeera TV/ Reuters  4/3/2021)

Desde luego, en ese marco de cierta tensión cuasi bélica localizada que revelan las fuentes internacionales, resulta significativo que Alemania, el país  líder económico  de Europa haya adoptado a bombo y platillo una decisión sobre una operación marítima pacifica tan alejada del continente europeo, pero que se alinea claramente con la estrategia política de la Administración del presidente Biden de defensa de la libertad de navegación frente al expansionismo chino. Queda, pues, confirmado que, tras la errática política exterior de la Administración de Donald Trump, se reactiva al parecer una estrategia atlántica de defensa de un orden internacional que sea respetado por todos los países; y que  mantenga canales para la resolución de conflictos en el mundo. Y asimismo queda pendiente la definición práctica de la autonomía estratégica para la Unión Europea que se ha planteado desde Bruselas-